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‘ INTERVIÚ’ PARA COLECCIONISTAS

La Opinión A Coruña

‘ INTERVIÚ’ PARA COLECCIONISTAS

Queridos niños: existió durante la Transición una revista llamada Interviú que hizo negocio con el escándalo y, aprovechando el doble aperturismo del destape y las denuncias, dividía su contenido entre fotografías de chicas desnudas y reportajes sensacionalistas. Interviú levantaba las sábanas y tiraba de la manta. Los adultos jóvenes de entonces pertenecían a la generación más reprimida del siglo XX, crecida en la enseñanza oficial y la cultura popular — prensa, radio, tebeos, novelas— salidos de los rigores más estrechos del franquismo y de las cabezas más mortificadas de la castidad católica, una pócima de ricino y bromuro, de Gabriel Arias- Salgado y Fray Justo Pérez de Urbel. La consecuencia fue que en la Transición el seno no era tangente y se había situado el sexo en el centro, que se diría hoy. ¡ Salvasteis, niños! Esta explicación ayuda a entender este número de Interviú especial para coleccionistas que son las fotos y los audios de Juan Carlos y de Bárbara, de un rey constitucional y de una reina del destape, donde coinciden el pezón de la actriz y la almendra de la información, donde, « cariño » , la voz protagonista parece insinuar lo que se sospechaba sobre el 23- F, que quien abortó la intentona de golpe de Estado a mayor gloria de sí, la engendró antes. El Borbón y la Rey escandalizan a dos Españas distintas. Una, por las relaciones adúlteras de un rey casado con la mujer recomendada por nueve de cada diez historiadores monárquicos, a los que les gusta poco para las indiscreciones la vedette valenciana y otra, por lo que costó a los españoles, como contribuyentes y como televidentes, el pago centimillonario a la chantajista para que el labio superior e inferior no dijeran lo que sabían los mayores y menores. No va a haber forma de que este hombre, que se hizo escribir unas memorias porque siente que le « han robado el relato » pueda gritar « ¡ al ladrón, al ladrón! » de su imagen sin riesgo de que lo detengan. Lo contrario de « hablar de oídas » sería hablar con fundamento. Pero si solo pudiéramos abrir la boca con conocimiento de causa, viviríamos en un silencio monástico. Lo dice el Tao: « El que calla sabe; el que habla no sabe » . La idea del silencio monástico me seduce. Trato de imaginar cómo sería el mundo si, de repente, nos calláramos todos los que venimos hablando de oídas. Se produciría un silencio de carácter místico que, paradójicamente, en vez de alejarnos de la comunidad, nos conectaría con ella. Al no hablar innecesariamente, nuestros lazos espirituales se reforzarían. Iría uno en el autobús o en el metro, concentrado en sí mismo, y de ese ensimismamiento surgirían vínculos invisibles con el resto del pasaje. Nacería una complicidad basada en el mutismo. Seguir leyendo

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