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DEL REY ABAJO, NINGUNO

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DEL REY ABAJO, NINGUNO

El Rey Felipe VI volverá a València el próximo día 12, en plenas Fallas, para seguir los avances en la reconstrucción tras la Gran Riada. En paralelo a este anuncio se conoció también esta semana que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, quiere trasladar a Madrid la cumbre que la formación que agrupa al centro derecha en Europa tenía previsto celebrar en València a finales de abril. La conclusión es evidente: el Rey sabe lo que tiene que hacer; Feijóo sigue sin saberlo. Lo de la cumbre del PPE, el bloque mayoritario en el parlamento europeo, el que tiene al frente de la comisión a una de las suyas, Úrsula von der Leyen, puede parecer un asunto menor, pero no lo es en absoluto por lo que representa sacarla de València en estos momentos para llevársela a Madrid. Lo que Valencia necesita tras la DANA es que todos aquellos que tengan alguna capacidad de prescribir o de decidir, por grande o pequeña que sea, aterricen en el territorio. Por una parte, para hacerse una idea cabal de la magnitud de lo sucedido. Por otra, para comprobar (porque escuchando el continuo ruido político es normal que aparezcan dudas) que, pese a todo, esto es Europa. Pero también para manifestar con su presencia (que, hasta aquí, si hablamos en términos europeos, ha sido rácana) su solidaridad con lo que la región ha sufrido, solidaridad que en estos tiempos no puede ser sólo económica. Pero sobre todo para combatir otra lacra que se nos ha venido encima con la lluvia: de nuevo la crisis reputacional. Sacando la reunión del PPE de Valencia Feijóo sólo contribuye a que esta tierra sea vista desde fuera como un lugar poco recomendable. Enhorabuena. Feijóo dijo en su momento que Mazón fue un político «noqueado» el 29O. Y lo último que ha declarado es que el Gobierno de su correligionario «no estuvo a la altura» en la mayor tragedia registrada en décadas en España. Lo que no sé si se da cuenta es que esos mismos calificativos, tan duros cuando se habla de un político, acabarán a este paso aplicándoselos a él. Porque sobre él, como líder nacional del PP, recae la responsabilidad de ofrecer a los valencianos una solución para que no tengan que soportar un presidente «noqueado» ni un gobierno que no ha sabido estar «a la altura». Y si no es capaz de diseñar un plan b para que todos podamos poner los relojes en hora y salir de una vez de este bucle, pues entonces vayamos a elecciones. ¿Que sería un suicidio para el PP? No sé. La bomba ya le estalló. Ahora es una cuestión de control de daños, de limitar la onda expansiva que amenaza con llevárselo también a él por delante y tiene a la Comunitat malherida. Pero me temo que si sigue mostrando cada vez mayor desapego por Mazón sin hacer nada más, serán los ciudadanos los que muestren su desapego por él y por la marca que representa. Y no sólo en la Comunitat Valenciana. Los Reyes se reunirán el miércoles en primer lugar con la patronal CEV y luego lo harán con un buen número de entidades sociales que trabajan en la zona cero, entre Felipe VI y Letizia Ortiz, en su visita a Paiporta el 3 de noviembre de 2024. ellas Cruz Roja y Cáritas. La CEV ha sufrido en las últimas semanas el ataque del Gobierno de Mazón por no someterse al dictado de cerrar filas con él y cargar toda la responsabilidad de lo sucedido en el Gobierno central. Cruz Roja y Cáritas fueron objeto desde el primer instante de intensas campañas de desprestigio instigadas por la extrema derecha. Así que la agenda diseñada por la Zarzuela no da puntada sin hilo. Será la sexta visita que la Casa Real gire a Valencia desde la catástrofe. En la primera, el 3 de noviembre, soportaron un intento de agresión en Paiporta al que hicieron frente. Ese día, el triunfo del Estado frente a la turba lo personalizaron don Felipe y doña Letizia. Luego han vuelto a Valencia para conocer la situación de las unidades militares que trabajaban en la emergencia, para pisar de nuevo la zona cero a pesar de los sucesos de Paiporta, que no se repitieron; para acudir al funeral por las víctimas al que no asistió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al que Feijóo llegó tarde; y para llevar a la princesa Leonor y la infanta Sofía a Catarroja, Picanya y Alaquàs, tres de las localidades más afectadas. Añádanle a eso la presencia de Felipe VI en El Campello para presidir la inhumación de los restos del ilustre jurista republicano Rafael Altamira, muerto en el exilio, en un acto cargado de significado. Este texto, lo advierto para que nadie se confunda, no pretende hacer un elogio de la Monarquía, contra la que tampoco el autor tiene mayores recelos siempre que su proceder se ciña al marco que la Constitución impone. Simplemente busca subrayar que la actuación de la Casa Real en el caso de Valencia lo que pone de relieve es el clamoroso déficit de liderazgo político que sufrimos. Nada de lo que han hecho los Reyes han sido capaces de hacerlo, cuatro meses después, ni Sánchez, ni Feijóo, ni Mazón, ni Diana Morant, jefa de la oposición. Antes al contrario: Mazón no puede salir del Palau, desde el que busca enemigos a todas horas; Feijóo huye de las fotos con él como alma que lleva el diablo; Sánchez aún no ha vuelto a la zona cero desde los sucesos de Paiporta; Morant es un holograma. Del Rey abajo, ninguno, dejó titulada una de sus comedias don Francisco de Rojas. No imaginaba el autor que cuatro siglos después su definición iba a ser tan atinada, no por cuestiones de honor, sino de insolvencia. El PP no encuentra cómo resolver el bloqueo: todos saben que Mazón no volverá a ser candidato pero son incapaces de articular una solución transitoria que nos permita a todos avanzar, entre otras cosas porque Vox les tiene dominados no sólo en la Generalitat, sino también en los gobiernos de las cuatro ciudades más pobladas de la Comunitat. La victoria de Mazón en las últimas elecciones pareció mayor porque, como dijo hace poco uno de sus compañeros, le arrebató la presidencia «al socialista más querido de España», en alusión a Ximo Puig. Pero la DANA ha puesto las cosas en su sitio y ahora están comprobando que ese triunfo tenía una contabilidad muy ajustada. Mientras tanto, el PSPV se dedica a lo que mejor sabe hacer: enredarse en guerras intestinas que no le importan a nadie. Los socialistas de aquí siempre habían sido especialistas en ganar asambleas y perder elecciones. Pero ahora resulta que su nueva dirección tampoco sabe ganar congresos. En un momento como este, que no sean capaces de alinearse cuando no existen diferencias de proyecto político entre ellos sino sólo luchas por el poder, resulta desolador. Morant, que ha sido la primera secretaria general del partido que no ha sido votada, ha perdido la primera votación que ha apadrinado. Bernabé, la estrella emergente del socialismo patrio, también. El último congreso del PSPV, el que volvió a entronizar a Morant por obra y gracia de Sánchez, dejó un partido que, en lugar de prepararse para asaltar la Generalitat, salió pendiente, como mucho, de repartirse una diputación. Esto es, un partido jibarizado, cuya organización renuncia a dar la batalla en Alicante (36 % del censo electoral) y utiliza Castellón (por favor, si alguien sabe algo de la número dos, Tania Baños, que dé fe de vida) como mero adorno. Y ahí estamos: con un PSPV más provinciano que nunca cuando los ciudadanos de toda la Comunitat, no sólo los de la provincia de Valencia, lo que necesitan es una alternativa que aleje la perspectiva de unas instituciones colonizadas por la extrema derecha. Apaga y vámonos. PS: Mientras aquí estamos con las andanzas de Ábalos y Jésica, con Sánchez atrapado en la mesa camilla de Puigdemont y Feijóo enfangado entre el barranco del Poyo y Mazón, en Francia Claude Malhuret, presidente del grupo de Los Independientes en el Senado, pronunciaba el miércoles uno de los discursos más emotivos y contundentes en defensa de la libertad y la democracia que hemos escuchado en un parlamento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y el presidente de la República, Emmanuel Macron, se dirigía esa misma tarde a sus conciudadanos en una comparecencia solemne televisada para anunciarles los duros tiempos que vienen pero reafirmar el compromiso de su país con Ucrania y con Europa frente a la agresión, ahora mancomunada, de Putin y Trump. Les confieso que hay días en que uno querría ser francés. ■. Seguir leyendo

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